P R O L O G O

Quiero contarte que desde siempre me he sentido poeta, como parte de mi filosofía de vida. El mundo de las letras, es un mundo mágico que nos permite desplegar alas invisibles y emprender vuelo. A veces hacia nuestro interior, nuestro pasado o algún lugar remoto que aún no habíamos descubierto, trasponiendo enormes distancias en tan solo segundos. En ocasiones anochece siendo de día, otras, un sol inesperado nos ilumina la noche. La música, como una eterna compañera, eleva a la inspiración y las melodías junto con las palabras acarician el alma. Cuando esto sucede, solo me falta mi amado mar para que sea perfecto, contemplándolo o internándome en él logro una armonía única entre mi humanidad y la naturaleza.
Siento que la mejor mirada es aquella que se pierde en el interior de quien tenemos delante, de tal modo, que hasta olvidamos el color de sus ojos.
Por último quiero decirte que envejecer es una decisión del espíritu, por lo que resulta imprescindible no dejar morir a nuestro niño o niña interior.



08 febrero 2011

CONFESION



Te confieso que…

No necesito que seas un príncipe, me basta con que sigas siendo ese caballero andante, que aún sin corcel, recorre lejanas distancias para llegar a mi encuentro.

No necesito que seas un astrónomo prestigioso, me basta con que te detengas a contemplar absorto a las estrellas, disfrutando de su inigualable majestuosidad.

No necesito que domines un gran vocabulario, ni que uses palabras difíciles para impresionarme, me basta con tu lenguaje simple y sincero, emotivo, verdadero, ese que logra rescatarme cada día del silencio.

No necesito que seas un potentado, que ostentes riquezas ni fortunas, me basta con tu inmensa y humilde generosidad, tus manos abiertas, tu predisposición constante de brindarme lo mejor de vos mismo.

No necesito que tu inteligencia brille, ni que tu memoria se destaque en retener datos innecesarios, me basta con que te permitas comprender, razonar sin viles especulaciones, sin estrategias planificadas, sin desconfianzas absurdas. Me basta con que al dirigirte a mí, nunca confundas mi nombre.

No necesito, para valorarte, que poseas títulos o condecoraciones, pues ningún establecimiento educativo te puede otorgar el don de buena persona. Es la universidad de la vida y tu propia esencia, las que te posibilitan serlo.

No necesito que seas un poeta para conmoverme con tus palabras, ellas con la simplicidad que las caracterizan, logran sustraerme paulatinamente de esa gran soledad y tristeza en la que me encontraba inmersa.

No necesito que me firmes un contrato de perpetuidad, ni que me jures amor eterno, me basta con que me integres en tus planes más inmediatos, con que me vislumbres en tus sueños presentes, con que te emociones sin falsos orgullos, con que disfrutes de los pequeños momentos compartidos.

No necesito de tus proezas pasadas, pero sí de tu actual valentía en jugarte por lo que quieres, tampoco necesito que conformes ningún personaje heroico o que me halagues para cautivarme, prefiero la sencillez de tus actos cotidianos, genuinos, la fuerza que te impulsa y me ilusiona, las ganas de construir y conformar una versión mejorada de nosotros mismos y del entorno.

No sé si he sido del todo clara y elocuente, no necesito un hombre indiferente, ni altanero o arrogante, ni galán o millonario, ni erudito o memorioso, ni creído o mentiroso.

Por el contrario, pretendo... un hombre simple y sincero, honesto y aventurero, apasionado y tenaz, que haga de la verdad un camino sin regreso, valiente, emotivo, afectuoso, un hombre justo y leal. Un hombre tal como eres, sin adornos, respetuoso, gentil, cordial, cariñoso, compañero y hasta gracioso, cuando la ocasión lo amerita. Un hombre que no se achica, que pretende superarse y que no teme en entregarse, cual niño frente a una caricia.

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