Sólo soy la fragante flor silvestre
que tomaste del desierto desolado,
caminando distraído e indiferente
un invierno como otros, inesperado.
Cuando paso tras paso te llevaron
sin saberlo hacia un camino intransitado,
y abstraído del entorno y de la gente
detuviste tu mirada hacia un costado.
Fue el preciso momento en que un aroma
inundó tu humanidad y, que adentrado,
conjugó con tu interior tal solitario
que dejó de serlo al fin y así aromado,
descubriste que de solo a enamorado
te faltaba la fragancia perdurable
de una flor jamás marchita entre tus labios.
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