Vi un monstruo crecer y concretarse como tal; sus ojos sin alma poseían la más fría de las miradas, la más especuladora, la mas horrorosa, colmada de un inmensurable interés material; ambiciosamente desmedida de vilezas humanas.
Su cuerpo deforme carecía de corazón, era siniestramente manejado por un cerebro privado de espiritualidad y engañosamente disfrazado de una inteligencia inexistente.
De sus feroces garras brotaban incontables dedos metálicos, que se desprendían con destinos certeros, y, uno a uno, se multiplicaban automáticamente, destinados a un planeado blanco indicado en un mapa.
¡Cuánto desperdicio de tiempo, de costo, de infructuosa ambición sin sentido el haberlo creado, el alimentarlo!
Para que su último y definitivo alimento sea, incomprensiblemente la sangre de nuestros hermanos, de nuestros semejantes; aquéllos a los que dirige sus dedos misiles hoy, ahora, en este preciso instante.
No nos olvidemos, los que creemos estar a salvo de este lado del mundo, que tan sólo con un sencillo movimiento podríamos pasar a ser un nuevo alimento para él. ¿O para ella?
No lo sé, carece de sexualidad ya que su fin no es procrear, sino destruir.
Tampoco conoce el amor, la ternura, la lealtad, la solidaridad, la amistad, el respeto, la dignidad. Ninguna de estas expresiones están registradas en su programa de creación.
Su sonrisa, cuando vence, es helada, grisácea. Si alguien osara fotografiarlo, al revelar el negativo se encontrará con el más absurdo retrato, un sin fin de escombros ruinosos; alguna que otra llamarada y un polvoriento terreno, abrumadoramente plagado de cruces sin nombres.
Entonces él o ella, como queramos determinarlo en nuestro interior, autografiará la foto firmando GUERRA.
La total e incomprensible contraposición a la Paz, esa que aún nos cuesta tanto entender y propiciar.
No importa por quien, ni por que sea derramada…LA SANGRE SERÁ SIEMPRE SANGRE.
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