Se acercó ansioso a la vidriera, corrió con su manito sucia esos rulos rebeldes que insistían en derramarse a su antojo por la frente, tapándole incluso la visión y, con la ñata pegada al vidrio, contempló por largo rato esas zapatillas de cuero que tanto le gustaban.
Cuando su respiración empañaba el cristal, se alargaba el puño del pullover, varios talles más grande que su tamaño, y cuidadosamente lo pasaba en círculos para seguir siendo espectador de ese calzado, inalcanzable a su realidad.
Llegarse cada noche hasta la puerta de ese local se había convertido casi en un rito. Se pasaba paradito allí algo más de dos horas, igualmente no había donde ir o que hacer.
Nadie lo esperaba. Nadie notaba su ausencia y lo que es peor, nadie notaba tampoco su presencia.
Reparaba minuciosamente en cada detalle, en la suela anatómica, en esos cordones vistosos, en lo alto del talón. Se imaginaba lo cómodas que serían y lo calentitas.
En lo que nunca se terminaba de decidir era en el color.
Sus ojos redondos y enormes se detenían un rato en las blancas con tiras azules y otro en las azules con tiras blancas, pero cuanto más las miraba más indeciso estaba.
Luego, con el pensamiento aún en ellas, se dirigía a la plaza, donde otros como él se amontonaban entre los cartones.
A veces se dormía sin comer. Otras, las menos, compartían lo poco que habían encontrado entre la basura.
Hurgar en ella era habitual y en ocasiones le resultaba insólito lo que la gente tiraba, como aquél abrelatas que había encontrado el verano pasado y que guardaba en un lugar secreto, aunque nunca tenía una lata para usarlo.
En tanto caminaba, el aire frío enrojecía su respingada nariz.
-Mañana iré hasta la feria . - Decidió justo cuando cruzaba la última avenida. Allí, seguramente algún puestero le daría algo para comer.
Instantes después pasó delante de varios, que como él , dormían en la calle, estiró con cuidado unos cartones, previo pisar algunos insectos que habitaban el lugar.
Se acostó deseando que el invierno pasara pronto, junto a él se acomodó Pancho, un perro raza cordón que lo acompañaba a todas partes y oficiaba de familia.
Antes de cerrar sus hermosos ojos de color verde claro, como la esperanza, pensó:
-...Algún día ganaré una carrera con ellas.-
Cuando su respiración empañaba el cristal, se alargaba el puño del pullover, varios talles más grande que su tamaño, y cuidadosamente lo pasaba en círculos para seguir siendo espectador de ese calzado, inalcanzable a su realidad.
Llegarse cada noche hasta la puerta de ese local se había convertido casi en un rito. Se pasaba paradito allí algo más de dos horas, igualmente no había donde ir o que hacer.
Nadie lo esperaba. Nadie notaba su ausencia y lo que es peor, nadie notaba tampoco su presencia.
Reparaba minuciosamente en cada detalle, en la suela anatómica, en esos cordones vistosos, en lo alto del talón. Se imaginaba lo cómodas que serían y lo calentitas.
En lo que nunca se terminaba de decidir era en el color.
Sus ojos redondos y enormes se detenían un rato en las blancas con tiras azules y otro en las azules con tiras blancas, pero cuanto más las miraba más indeciso estaba.
Luego, con el pensamiento aún en ellas, se dirigía a la plaza, donde otros como él se amontonaban entre los cartones.
A veces se dormía sin comer. Otras, las menos, compartían lo poco que habían encontrado entre la basura.
Hurgar en ella era habitual y en ocasiones le resultaba insólito lo que la gente tiraba, como aquél abrelatas que había encontrado el verano pasado y que guardaba en un lugar secreto, aunque nunca tenía una lata para usarlo.
En tanto caminaba, el aire frío enrojecía su respingada nariz.
-Mañana iré hasta la feria . - Decidió justo cuando cruzaba la última avenida. Allí, seguramente algún puestero le daría algo para comer.
Instantes después pasó delante de varios, que como él , dormían en la calle, estiró con cuidado unos cartones, previo pisar algunos insectos que habitaban el lugar.
Se acostó deseando que el invierno pasara pronto, junto a él se acomodó Pancho, un perro raza cordón que lo acompañaba a todas partes y oficiaba de familia.
Antes de cerrar sus hermosos ojos de color verde claro, como la esperanza, pensó:
-...Algún día ganaré una carrera con ellas.-
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