Y de repente, sin pensarlo siquiera, sin proponérmelo, surge en forma espontánea, nostálgica y de algún modo místico, esta conjugación que impone un verbo recurrente.
Entonces, siguiendo un orden no habitual, comienzo por la primer persona singular, luego la tercera del plural para finalizar en la segunda nuevamente singular, aunque esto resulte caprichoso, dado que los tiempos verbales se entremezclan y danzan pausadamente con los pronombres personales, confundiéndose entre sí. Mezclando al azar el presente, el pretérito y el futuro como si se tratase de un todo indivisible y eterno.
Es así que me descubro escuchando mi propia voz, pero dentro de mí, sin que de mi boca emerja ningún sonido. Y como ecos, esos sonidos imperceptibles al oído humano, rebotan y golpean las laceradas partes que componen mi corazón y mi alma.
Entonces el pensamiento se abraza al sentimiento que se apodera, sin pedir permiso, de toda voluntad.
Y cual aquella lejana marioneta, me convierto al unísono en espectadora y en partícipe, desdoblada, introspectiva, ajena al entorno.
Y la película comienza a rodar, quizás no toda ni ordenada, pero sí las escenas mas importantes, las cuales ocuparon el tiempo más valioso.
Conjugo el “yo” y el “extraño” y surge como paradoja del destino, un “Me Extraño”.
Sí, extraño quien era, extraño como me sentía, extraño cuanto escribía, componía y volaba sin límite alguno, tanto en las letras como en las melodías que parecían brotar de un gran caudal inagotable de inspiración.
Me extraño en las risas, en los sueños, en el ansia de acortar siempre las distancias.
Extraño conducir hablando sola, cuando en realidad lo hacía contigo, aunque no ocuparas el asiento a mi lado, extraño esa certeza de que pronto llegaría y estarías allí, esperando con la misma ansiedad.
Me extraño cabalgando con frenesí horas infinitas sobre tu cuerpo que no deseaba otra cosa más que tenerme, abrazarme, acariciarme sin límite alguno. Me extraño superando mis pudores, sabiéndome una mujer amorosamente correspondida.
Me extraño cocinando cenas sorpresas sonriendo a la nada, o queriendo prender en vano velas, como aquella fría y ventosa noche de invierno, en la costanera sur.
Me extraño en las ocurrencias, en las sorpresas constantes que tenían por única finalidad, contemplar el asombro en tu mirada, en tus ojos al descubrirlas.
Me extraño en los juegos de recién conocernos, de descubrirnos como si fuera la primera vez.
Me extraño agotada y somnolienta después del amor.
Me extraño a mí misma cuando éramos vos y yo.
De repente ya no soy “yo”, somos “nosotros”. Y el “me extraño” se reconjuga y pasa a ser “nos extraño”.
Nos extraños juntos, invencibles, apasionados y enamorados. Divertidos y chinchudos, caminando de la mano, cenando frente a frente, manejando en tanto tu mano buscaba mi pierna o mi cuello, en tanto canturreabas aquél, “ … me gustas tú…”.
Nos extraño en las eternas despedidas, aquellas en donde los labios se adormecían de tanto besarnos.
En los encuentros, en los amaneceres desvelados, en las conversaciones que abarcaban un abanico de temas por abordar.
Nos extraño en aquella imagen, vos acostado, yo al pie de la cama guitarra en mano, dedicándote a media voz mi mejor repertorio.
Nos extraño jugando al pool, mirándonos cómplices y pícaros, entendiéndonos sin necesidad de hablar.
Nos extraño fugándonos en un taxi hacia un camino incierto pero juntos, o caminando por primera vez en la playa, aquella noche en donde mi mar completaba el escenario, nada podía ser más perfecto, más intenso.
Nos extraño entrando a todos lados y que los demás nos reconocieran juntos, como un bloque indestructible.
Nos extraño peregrinando por lugares en donde entrábamos saludando.
Nos extraño abriendo la puerta de aquel nido, sintiéndolo un espacio de ambos, un refugio, un volcán, siempre a punto de estallar.
Nos extraño jugando al desconocido y la bailarina que se equivocó y perdió toda la sensualidad tomando por equivocación una escoba.
Nos extraño cuando el amor lo podía todo, lo superaba todo, cuando separarnos definitivamente era impensable e inaceptable, cuando los abrazos eran apretados y las caricias constantes. Cuando las ansias eran mutuas y había solo un camino, el que terminaba reuniéndonos.
Nuevamente el pretérito cambia y ahora el eco repite, “te extraño”…
Te extraño mío, sobre todo mío.
Extraño aquellas miradas, el latir de tu corazón, tus labios, tus palabras, el “mi chiquita”, extraño tus manos, aquellas caricias que me despertaban por las noches, extraño tus pasos al llegar, tus acordes en mi guitarra. Extraño tus llamadas nocturnas, tus ojos asombrados, tus canturreos.
Te extraño, extraño al gitano apasionado, al soñador, al poeta, al niño y al hombre, extraño tus anécdotas, tus proyectos, esos que me contenían.
Te extraño sentado frente a mí deleitado por algo preparado especialmente por mí para vos.
Extraño al hombre que alguna vez me inundó con ternura. Extraño tu ternura.
Extraño al hombre que me hacía sentir protegida, contenida y amada.
Los ecos vuelven a danzar y se van despidiendo de este papel, y el me extraño se abraza con nos extraño y solloza y ríe con el te extraño.
Más rescato una certeza.
Una afirmación contundente que rubrico con mi sangre.
Algo que solo pocos afortunados viven en este finito tramo al que llamamos vida.
Puedo irme de este mundo sabiendo que mi paso no fue en vano, que más allá de todo, del tiempo, los desaciertos, el dolor, la alegría, la tristeza, las ausencias y presencias, las coincidencias y diferencias, más allá de vos, de mí y de todo, pude sentir el verdadero amor.-
06 enero 2015
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Auuuuuuuuuuuuuu! Obrigado pela visita. O meu outro blog Tom Vital continua ativo quando puder dê uma olhada. Abraços poéticos.
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